Cuando las puertas se abrieron, del portón de cuadrillas tardó en
salir Juan José Padilla. Vestido de verde esperanza y oro bordado en
espigas de laurel. Esperaban ya en las rayas del tercio Morante y
Manzanares. Y Padilla miró al cielo y le dio gracias a Dios. El paseíllo
fuera una catarata incontendida de emoción. El Ciclón con su parche en
el ojo izquierdo, delgado como nunca y desmonterado por ser su debut en
Olivenza.
El público volcado lo obligó a saludar en medio de la admiración por
la hazaña milagrosa de su recuperación. Compartió con sus compañeros el
cariño. Y se caló la montera, la ajustó sobre el ojo ciego y esperó la salida de "Trapajoso",
de Cuvillo, número 53, apretado y regordío. Lo paró con soltura,
garbosa la media verónica y otra del quite. Padilla no ha perdido fuerza
ni tino con las banderillas. Ciclón.
Brindó el toro a los doctores Val Carreres y García Perla,
que ha reconstruido al hombre, el hombre que ha reconstruido al torero.
Pero el toro de Cuvillo se paró a plomo. Juan José en porfía se creció.
Se afianzó y mató de una a "Trabajoso". Media estocada en su sitio.
Muerte segura. Una oreja para un esfuerzo de cinco meses menos tres días
contra el reloj y el destino.
En el callejón estaba la torería andante en pleno: El Juli, Talavante, Ferrera... Y Suarez Illana amigo en la aventura y la desventura, en los cielos y en los infiernos.
Morante le brindó el segundo toro a Juan José Padilla. De tronco a
tronco, colega. El de Cuvillo traía la cara lavada, muy chivata. José
Antonio el de la Puebla habia dormido los brazos en tres lances a la
verónica. El torete a su aire se desentendió. Y luego volvió a
entenderse cuando el torero le propuso cosas a dos manos plenas de
torería. Por el derecho, el mejor pitón, Morante hundió el mentón y dibujó el redondo con clasicismo.
A izquierdas el toro viajaba menos. Esbozos de sabor. Un trincherazo
soberbio luego y una trincherilla grácil. Tardó mucho en verle la
muerte.
Se desmayó el padre de Padilla en el callejón, se
despistó la gente y se enfrió la petición de manera tonta. Por aroma la
oreja y por sentido del presidente: había que premiar a los toreros que
no den un circular.
El tercero se descoordinó en un mal movimiento, en un derrote contra
la madera. El sobrero, también de Cuvillo, se lo brindó José María
Manzanares a Padilla. Tras la apariencia de novillote de engorde,
habitaban problemillas de toro gazapón, pegajoso, agarrado al piso, con
el freno de mano puesto para desplazarse. Sobre todo al natural. La solvencia técnica de Manzanares y un espadazo en la suerte de recibir (perdiendo el engaño) taparon todo. Especialmente ese cañón de estoque.
La fuerza de Juan Jose Padilla adquirió potencia cinco con el cuarto,
'Reposado', suelto de carnes y chorreado, armado por delante. No se lo
pensó a la hora de tirarle una larga cambiada de rodillas, entremezclar
verónicas y chicuelinas. Y en plan reto total les ofreció banderillas a
sus compañeros. Morante lo bordó al cuarteo y se acordó de todas las
mulas de Padilla a la salida del par. Con una sonrisa claro. Manzanares
también cumplió con garbo y Juan José con poder. Revolución Padilla, que brindó a su padre. Y revolucionado siguió de hinojos con el cuvillo de raza y nervio.
En pie también. No apretaba poco con su movilidad y su cara suelta, que
apretó a Padilla en el refugio de la tabla del cuello. Chispas por el
izquierdo. Recursos, guerra, reto. Un desplante y otro más. Y cantares
desde los tendidos a la batalla del guerrero. No importaron los
pinchazos. Otro trofeo llave de la puerta grande.
La fuerza de Juan Jose Padilla adquirió potencia cinco con el cuarto,
'Reposado', suelto de carnes y chorreado, armado por delante. No se lo
pensó a la hora de tirarle una larga cambiada de rodillas, entremezclar
verónicas y chicuelinas. Y en plan reto total les ofreció banderillas a
sus compañeros. Morante lo bordó al cuarteo y se acordó de todas las
mulas de Padilla a la salida del par. Con una sonrisa claro. Manzanares
también cumplió con garbo y Juan Jose con poder. Revolución Padilla, que brindó a su padre. Y revolucionado siguió de hinojos con el cuvillo de raza y nervio.
En pie también. No apretaba poco con su movilidad y su cara suelta, que
apretó a Padilla en el refugio de la tabla del cuello. Chispas por el
izquierdo. Recursos, guerra, reto. Un desplante y otro mas. Y cantares
desde los tendidos a la batalla del guerrero. No importaron los
pinchazos. Otro trofeo llave de la puerta grande. Qué menos.
La oreja se la entregó Juan José Padilla a Paloma, su hija. La niña de sus ojos. Morante
no vio al desagradecido, sieso y escaso quinto por ningún lado y
abrevió con sentido de la economía y el tiempo, que vale oro.
La lección de brega de Curro Javier fue de 10 con el sexto. Y de
pundonor de Trujillo muy apurado con los palos en la salida de los
pares. Bondadoso el cuvillo en la muleta de Manzanares en los medios
pero con contado fondo. Dos tandas de redondos como tope. Y ya hacia los adentros porque encima se quedaba.
Cerca de tablas la despedida y la intentona de la suerte de recibir, o
al encuentro, muy forzada. Perdió las manos el funo y el pinchazo se
quedó cogelado en una instantánea. Repitió la suerte y hundió la espada
ahora con habilidad.
Todos los toreros del callejón se tiraron a sacar a hombros a Padilla. Finalmente Suarez Illana izó a su "hermano" del alma. La proeza reconocida por la torería andante: Juli, Barrera, Ambel Posada, banderilleros...
Ficha:
Plaza de toros de Olivenza. Domingo, 4 de marzo de 2012. Vespertina. Última de feria. Lleno de "no hay billetes". Toros de Núñez del Cuvillo.
Juan Jose Padilla, de verde esperanza y oro.
Estocada (oreja). En el cuarto, dos pinchazos, estocada rinconera y
desprendida y descabello (oreja).
Morante de la Puebla, de azul marino y oro. Media estocada (oreja).
José María Manzanares, de obispo y oro. Estocada en la suerte de recibir (oreja).