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sábado, 28 de agosto de 2010

Empatan El Juli y Manzanares sólo en trofeos


Un llenazo impresionante cubrió Vista Alegre hasta los tejadillos. En tiempos de crisis un notición. Bárbara entrada. El cartel lo merecía: Ponce, El Juli y José María Manzanares. Otros también lo merecen per no se dan.

La corrida de El Ventorillo no empezó bien con un toro colorao y chorreado que arreó de salida prometiendo mucha historia. Pero en la muleta el toro se quedaba o no se iba. Enrique Ponce le abrió viajes y puertas antes de que se metiese. De tragar, lo que es tragar, poco. El ventorillo tuvo cada vez más guasa. La estocada, baja.

También fue serio el castaño segundo. Un tío. Arremangado de pitones. Poca fuerza ya en el capote. El Juli ordenó el mínimo castigo. Ni por esas: el toro se rajó irremisiblemente. De los que se vuelven al revés. Porque todavía el grandón de Ponce quiso. Quiso en principio y quiso a favor de querencias. El maestro esto lo ha interpretado siempre perfecto. Allí en tablas Enrique fue el rey. Lástima de bajonazo, que imagino fue lo que se opuso entre la petición y el criterio del presidente.

Manzanares hasta ese momento había tenido el toro de la tarde incluso sin terminar de humillar. La apostura encontró mayor reflejo sobre la mano izquierda, todo con un enorme eco y una terrible velocidad. Lo mismo pero más despacio. La media estocada terminó por hundirse del todo pero necesito del verduguillo varias veces. Manzanares tuvo la prudencia de no dar la vuelta al ruedo. Tampoco hubo petición.

La faena de la tarde corrió a cargo de El Juli con un sobrero cinqueño pasado de Ortigao Costa. Encaje, temple, en tres series zurdas despacio; todavía con mayor profundidad sobre la mano derecha en otras tres. La muleta siempre arrastrada. Lento el viaje. Un circular invertido casi acaba con Juli por los aires. Hubo suerte. No tanta en la estocada caída. Restó la segunda oreja, porque la faena era de dos. Una de ley.

El sexto fue el mejor de los de El Ventorrillo. Con mucho. Manzanares realizó una buena faena, pero no lo cuajó. Una oreja de ley. Como la estocada. Faltó de nuevo poso y reposo.

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