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viernes, 14 de mayo de 2010

!!!!!!!!!!ANDALUCISMO CAÑÍ¡¡¡¡¡


En un diario nacional, he leído un ataque a la Fiesta, calificándola de «andalucismo cañí». ¡Tristes tópicos! No soy andaluz pero, como a tantos españoles, me encantan muchas cosas de Andalucía; no, desde luego, su torpe y barata caricatura. Claro que el articulista nos propone, a continuación, con terminología hindú, sustituir el «himsa» (orden basado en la violencia) por el «ahimsa» (el respeto a cualquier ser vivo). ¡Ahí queda eso!...
Con estos enemigos, poco puede temer la Fiesta. Peores son los de dentro...
He buscado esta tarde, en Las Ventas, algo de «andalucismo cañí» y no lo he encontrado: ni en los toros, que pastan en Portugal; ni en los diestros, un riojano y dos madrileños; ni en el clima, más propio del San Petesburgo de Dostoiewski que de las dulces márgenes del Guadalquivir...
Los toros de Parladé han salido con más o menos nobleza y suavidad pero se han apagado enseguida, se han parado por completo, no han creado ninguna emoción. El público se ha aburrido, se ha enfriado...
Al toricantano Mas lo reciben con cariño. En la muleta, el toro se para. Para iniciar cada serie, ha de gritar cinco veces: «¡He!» Una desesperación. Así, no cabe emoción ni estética ni nada.
Llama al sexto de lejos, con la derecha, y se desplaza aceptablemente: una ilusión fugaz. Enseguida, se apaga, no humilla, se queda en nada. Y la faena también, claro.
Ha tomado la alternativa sin mucha fuerza. Hoy, los toros no le han permitido el triunfo que necesita para funcionar en esto.
El primero de Urdiales es cambiante: empieza flojo y hay que levantarle el capote desde el comienzo. Luego, pega arreones. Por la derecha, dibuja algunos muletazos tranquilos. Por la izquierda, el toro se defiende. Y, enseguida, se distrae, se desentiende de todo.
Su segundo sale con gas pero enseguida se queda corto, flaquea, se para. Logra algunos naturales limpios pero sin ligazón. Y el público se aburre. Con el toro encogido, tiene dificultades para entrar a matar. El toro se llama «Asquito»: ¡vaya nombre premonitorio!
No ha devuelto Urdiales su crédito en Las Ventas pero tampoco lo ha aumentado. Para que brillen su valor y su oficio, necesita más toro.
Tejela muestra su voluntad al entrar en varios quites. En su primero, que al comienzo va, su postura es exagerada, torea arrebatado. (El arrebato es bueno para el himno del Sevilla pero no para el toreo; lo contrario, tampoco, claro). Otro toro al que hay que gritarle para que embista. En el arrimón final, con el toro parado, el público se aburre.
El quinto, algo parecido: humilla pero renquea, se va, embiste sin codicia. La misma historia de toda la tarde y el mismo silencio, al final.
¿Cuántas veces he repetido que un toro se para, se apaga, no repite? Pocas para lo que esta tarde hemos sufrido.
Vuelvo al comienzo: nada de andalucismo ni de cañí, en su sentido originario, gitano. Luego, la palabra ha pasado a significar típico, folclórico, popular. Ahí está el quid, me temo. Me pregunto si el articulista desprecia -una actitud propia de nuestros «progres»- nuestra cultura popular: el género chico, los romances, la poesía de Lorca y Alberti...
A mí me encantan los buenos pasodobles, como ese «España cañí», de Pascual Mezquita, cuyo título le suena. Por cierto, lo estrenó nada menos que La Argentinita y no en un tugurio sino en el Metropolitan Opera de Nueva York...
Les guste o no a algunos, la Tauromaquia ha sido siempre nuestra Fiesta más popular. Y así sigue siendo, aún en tardes tan aburridas, tan poco «cañí» como éstas.

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