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lunes, 31 de mayo de 2010

Feria de Mayo de Córdoba. Dos orejas para Pablo Hermoso


Ganado: toros de Castilblanco, justos de presentación, excesivamente despuntados, manejables y sosos. El sexto tuvo más movilidad y codicia.

Fermín Bohórquez: rejón bajo y contrario (vuelta); y tres pinchazos, rejón trasero y seis descabellos (palmas tras aviso).

Pablo Hermoso de Mendoza: rejón caído y contrario (una oreja con petición de la segunda); y rejón muy caído y contrario (una oreja).

Andy Cartagena: dos pinchazos y rejón caído y contrario (ovación); y dos pinchazos, rejón y dos descabellos (ovación).

Plaza: menos de media entrada.

No acudió ayer todo el público que es habitual al festejo de rejones que cierra la Feria de Mayo, y eso no hizo sino confirmar que ha sido un mal ciclo en taquillas, dejando como mejor entrada los escasos tres cuartos del viernes. La crisis, al fin, se ha dejado notar.

Y tampoco fue la típica corrida a caballo de mucha fiesta en el ruedo y diversión en el tendido. La sosería del encierro de Castilblanco --por cierto, muy pobre de presentación--, a pesar de que se dejó hacer, fue fundamental. Pero también que los rejoneadores no se emplearon en exceso, aunque cortara dos orejas Pablo Hermoso de Mendoza, y que Andy Cartagena malogró dos faenas más vibrantes al fallar con el rejón de muerte.

El triunfador, una vez más, el navarro. En su primero, al que paró de salida con mucho temple, Pablo Hermoso de Mendoza cumplió una labor animosa, toreando entre los encuentros, pero sin asumir demasiados compromisos. En su segundo puso más que el toro, atacando de lejos para clavar en el centro del ruedo tras sendos quiebros. Más en corto, realizó igual suerte en un palmo de terreno. Pero entre la sosería y falta de codicia del animal, lo escaso de su labor y el feo rejonazo de muerte con el que terminó, la faena no alcanzó la altura deseada.

Andy Cartagena, que se apoyó mucho en el público, toreó bastante por la cara a su primero y llegó a los tendidos, sobre todo, por sus piruetas encadenadas. También las cortas al violín pusieron de su lado a la plaza, pero a la hora de matar estuvo torpe. Algo que repitió en el sexto, el de más movilidad del encierro, lo que le permitió un rejoneo vibrante, aplicándose de nuevo en

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